Welcome Mr. Ahmadinejad
El lienzo que Columbia le tenía preparado a Ahmadinejad es el mejor reflejo del recibimiento que los americanos querían dar -y dieron- al presidente iraní.
Todo un fondo negro y miles de ojos clavados en cada gesto del ponente, en cada una de sus palabras que fueron seguidas con una minuciosidad extrema.
Una visita incómoda, que empezó con la prohibición al mandatario de asistir a la Zona Cero. Una presentación insultante que no hizo a Ahmadinejad venirse abajo. Una invitación -la de la Universidad- muy criticada por algunos de los sectores, pero que demuestra un alarde envidiable de libre expresión en esta sociedad donde, muchas veces, parece que está pautada. La presencia de Ahmadinejad en Columbia en una de las paradojas, de las luces y las sombras, que le dan vida a una cuidad única como es Nueva York.
Llegó en un mar de críticas. Críticas de los medios locales: periódicos, televisiones, radios. Críticas sociales: manifestaciones, pancartas, gritos, protestas. Críticas de los mandatarios mundiales: Sarkozy, Merckel, Bush. Pero, a pesar de todo, Ahmadinejad consiguió salir como un héroe. Como un héroe para los suyos. Un héroe calmado a pesar de sus falacias -negó el Holocausto o la existencia de homosexuales en Irán-. Ahmadinejad negó querer una guerra contra Estados Unidos. Ahmadinejad negó querer fabricar la bomba nuclear. Ahmadinejad habló por el sufrimiento de los palestinos y aseguró querer mostrar sus respetos por los atentados del 11-S.
Ahmadinejad es el nuevo líder mundial para los que están contra Occidente. Y Occidente se lo pone en bandeja. Ahmadinejad llega a Naciones Unidas como la hormiguita a la que las grandes potencias quieren humillar. Pero esa hormiguita se convierte en estrella, ni más ni menos, que dando entrevistas para la CBS, conferencias en la prestigiosa Columbia y discursos en Naciones Unidas.
Y la realidad es que Ahmadinejad no está solo. Millones de personas lo veneran. Y no sólo "islamistas radicales" de los que tanto hablan los medios. Sino personas que simplemente entienden el mundo de otra manera, lejos del imperialismo y de nuestra "justiciera" visión de Occidente. En América Latina se le recibe con honores de Simón Bolívar. Venezuela y Bolivia acogen a Irán como a un hermano asiático, unidos por el antiamericanismo y la defensa de un desarrollo nuclear pacífico. Y no se queda ahí, las afinidades hispanas del iraní se extienden también a Ecuador y Nicaragua.
¿Será que desde su silla de paja la realidad tiene un color diferente al que se ve desde nuestro trono de oro?