De radios y camelias

Se trata de hacer propio un rinconcito de todo este espacio gigante, en el que no somos nadie pero en donde todos existimos. Se trata de hacer un hueco a esa palabra... más arriba, más abajo, a un lado o del revés. Se trata de abrir los ojos, alzar la mano, tener una voz y ser consciente de que todo, todos, aportamos, importamos.

lunes, 17 de enero de 2011

De dictadores y dictados

Parece que nunca se van a ir. Es lo que tiene ser un dictador, que normalmente se es durante toda una vida. Que se lo digan a Jean Claude Duvalier, que primero se nombró "presidente vitalicio" (sin duda un eufemismo mucho más elegante que proclamarse "tirano" a uno mismo), más tarde tuvo que salir de Haití (después de reprimir todo lo reprimible y de robar todo lo robable) y ahora resulta que vuelve, pasados 25 años de exilio en Francia, porque "quiere ayudar". Vuelve el día en el que se debería haber celebrado la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Vuelve horas antes de que llegue a la isla Insulza, el secretario general de la OEA, que supuestamente va a pedir al actual presidente, René Préval, transparencia en el proceso electoral. Vuelve, en definitiva, otro dictador que va a poner a prueba a la Comunidad Internacional, para dejarla en evidencia o para demostrar que realmente tiene algo que decir en esto del panorama mundial. Ahora los haitianos tienen bastante con reconstruir sus vidas, un año después del terremoto, con encontrar un sitio mejor que una tienda de campaña para dormir y con evitar contraer el cólera. Aún así una vez, en 1986, se levantaron y consiguieron deshacerse de un sinvergüenza. Ojalá les queden fuerzas para volver a hacerlo y poder cimentar de una vez un país, además de sus propias vidas.

Hay veces que pasa. Hay veces que un pueblo puede con sus gobernantes y corruptos. Ha pasado en Túnez. Mohamed Bouazizi se perderá en el olvido de nuestra Historia pero fue el que cambió la de los tunecinos. Él empezó la llamada Revolución de los Jazmines cuando se quemó a lo bonzo el pasado 17 de diciembre, después de que la policía le quitara su único medio de vida: su puesto de frutas. Desde entonces, una oleada de protestas ha provocado el exilio de la familia Ben Alí, que después de 23 años teniendo la desvergüenza de someter a todo un pueblo, ha tenido la indignidad suficiente como para huir a escondidas. Y con 45 millones de euros en lingotes de oro bajo el brazo, excentricidades de dictadores...

Los cambios desde abajo se pueden. La pregunta es ¿qué se necesita para hacer que estallen?.

lunes, 3 de enero de 2011

De titulares y torturas

Los palestinos sólo son noticia cuando les matan o cuando ellos matan. O ni siquiera. Un muerto en Gaza ya no merece ni una línea en un boletín. Si pasan de cinco, igual sí, depende del resto de la actualidad. Es uno de los (muchos) problemas de los palestinos: que su realidad ha dejado de ser noticia.

Los muertos son una gran desgracia que pone sobre todo cifras a la situación en la que viven. Una desgracia "fácil" para hacer un titular. No debe serlo tanto la humillación constante, la opresión omnipresente, la vulneración de unos derechos que para ellos parece que no existen, el sometimiento continuo. El insulto, el desprecio, el ultraje, la degradación. Eso es lo que debería ser noticia cada día, porque cada día el pueblo palestino es denigrado.

Los palestinos sufren la tortura medieval del goteo. Están sometidos a que les caiga una gota cada pocos segundos. Cruzar un checkponit, una gota. Un desalojo, una gota. Un hermano detenido, una gota. Un permiso retirado, una gota. Un cacheo, una gota. Un veto a la hora del rezo, una gota. Una prohibición, una gota. Un amigo asesinado, una gota. Al cabo de horas tienen llagas en la piel. Y en los ojos. Pero, como en el medievo, no es el dolor físico lo peor de la tragedia. Sino la tortura psicológica a la que ese pueblo lleva años sometido, muriéndose de sed sin poder alcanzar la gota que les mata y desesperados por el insomnio que les provoca tener sobre sí un goteo constante.

Si los periodistas pudiéramos poner cifra a la humillación y la actualidad no se midiera tanto por lo novedoso como por lo importante, los palestinos llevarían años siendo el triste goteo de portadas que se repetirán mientras dure una Inquisición sagrada para unos, intocable para todos.