España, ¿fascista?
La violencia sobre las mujeres comenzó a ser un problema en la sociedad española a partir de la década de los 90. Los casos de asesinatos machistas empezaron a ser portada en los medios de comunicación y la sociedad civil se fue concienciando de que esto era una lacra en nuestro país. También lo hizo la clase política. Hasta el punto de que hoy tenemos una Ley contra la violencia de género. Las agresiones machistas han dejado de ser, por tanto, un hecho aislado para convertirse en un problema de nuestra realidad social que hay que erradicar y que, de hecho, se está haciendo.
Algo -bastante- de responsabilidad en eso tienen los periodistas; sobreentendiendo que los medios de comunicación tienen la capacidad de definir los problemas sociales: hablando de ellos -denunciándolos- o simplemente ignorándolos o dándolos un tratamiento erróneo.
Me gustaría saber qué tiene que pasar para que los medios otorgaran este tratamiento de "denuncia social" a los actos de fascismo que se viven en nuestro país. Me gustaría saber por qué el poder político no exige, de manera inmediata, la disolución de todas las organizaciones fascistas, racistas y xenófobas, así como la ilegalización de sus manifestaciones y actividades públicas.
La razón quizá sea que nuestra sociedad todavía no ve esto del fascismo como un problema. Otras sociedades, como la alemana o la italiana, sí que lo entienden así; por eso tienen toda simbología o apología nazi o fascista prohibida y penada, por ley, como en España tenemos ahora el maltrato a las mujeres.
Otra de las razones quizá esté en que a los políticos no les interesa. Al Partido Popular, por no perder posibles votos de la derecha más extrema; pero es que al Partido Socialista tampoco le conviene. Al PSOE incluso le benefician los brotes de este sector, para vincularlos a los populares, hacer propaganda con eso, e intentar así recuperar un voto de la izquierda más desencantada.
Entre tanta manifestación ideológica de estos últimos días, mucho se ha dicho sobre la equidistancia de los radicales de uno y otro lado. Y, perdón, pero quiero decir desde aquí un NO. Mentira. Me niego. Hay extremistas de derechas y de izquierdas, sí. Ambos son violentos, también (sobra decir que sus actitudes en este sentido han de ser igualmente penadas: afortunadamente todos, derechas o izquierdas, somos iguales ente la ley). Pero NO es igual el antisistema que defiende la igualdad entre razas que el fascista que alienta la xenofobia. El fin por supuesto que no justifica los medios; no seré yo quien legitime, ni siquiera mínimamente, la violencia. Pero, por favor, no intoxiquemos: aquel que equipara los dos extremos es que ignora lo profundo del asunto.