De pasiones y perfidias
Los hielos volteaban en su vaso de ginebra, que miraba como si le auguraran la frase siguiente. Tenía una botella de agua al lado que no usó. Las grandes mejillas hacían sus ojos aún más chicos, tras esas gafas -anteojos, para él- que llevan tantas y tantas letras consumidas.
Me contaba sus conversaciones con el Presidente con la naturalidad que da el darse cuenta de que en el suelo se vive mejor; sabiendo que, por el momento, los hedonismos de lo que él allí representa aquí no valen, no sirven de nada. Se acordaba de su Guayabal natal y de cómo era su vida cuando llegó a la gran ciudad.
La fatiga le ahogaba el pecho divagando sobre cómo será cuando regrese. Si regresa. Me hablaba sobre la degradación del hombre, sobre pasiones secretas y pequeñas libertades descubiertas.
Y a mí me sorprendió allí, embelesada, en el bálsamo de una escucha que me hubiera gustado no terminar, en medio de los delirios y perfidias de la Gran Vía.
1 comentarios:
A las 19 de junio de 2007, 17:48 , David Martos ha dicho...
¡Cuánto ha ganado este blog desde que está alineado a la izquierda!
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