Dolor de Libertad
Más de cinco años de litigios que parecían insalvables tocan su fin, como siempre, de la manera en la que todo allí tiene solución. 4.500 millones de dólares son la mercromina que sana las diferencias para comenzar a construir con hormigones la Libertad más alta del mundo. El señor inmóvil del maletín, sentado en su banco de granito se pregunta a veces si es un empeño por reemplazar lo irreplazable; otras, si se trata de un alarde de prepotencia para demostrar quién gana el pulso; o si no es más que una hazaña para rellenar la melancolía del viajero del ferry oxidado que no puede evitar fijarse, cada vez que cruza, en un cielo dolorosamete desnudo. El mismo viajero que, una vez allí, se da cuenta de que en esa ciudad que no conoce de calendario, siempre es hoy.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco rascacielos y un "memorial" van a vestir el vacío obligado del downtown por el que alguien paseará, recordando a aquel anciano que intentaba reprimir un desconsuelo evidente a pesar de unos lentes que no reflejaban otra cosa que la realidad del momento.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco rascacielos y un "memorial" van a vestir el vacío obligado del downtown por el que alguien paseará, recordando a aquel anciano que intentaba reprimir un desconsuelo evidente a pesar de unos lentes que no reflejaban otra cosa que la realidad del momento.
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